Había una
vez, un final de cuento….o un cuento sin final. El príncipe y la princesita se
habían casado en el bosque con todos los pájaros cantores como testigos y los
enanitos, el lobo ya no tan feroz, la viejita de las manzanas….Y fueron
felices, y comieron perdices.
Al día
siguiente el príncipe se despertó con una jaqueca tremenda de los gin tonic´s
con fresas y manzana,y lo que menos le apetecía era comer perdices, echaba de
menos la sopa de su madre, la reina.
Salió a
pasear su pena por el bosque y descubrió a la princesita devorando perdices,
tantas perdices comió que una indigestión pilló.
Ambos esa
noche se dieron cuenta de el cuento era una caca, y que no se sentían felices…
Igual es
que no hemos comido suficientes perdices, y ambos se pegaron el segundo día
dale que te dale a la perdiz…el príncipe tenía un humor inaguantable y la
princesa un cólico in crescendo..-¿Cómo puede irnos tan mal con lo bien que nos
vendieron la historia??
Ambos se
habían quedado en un final perfecto pero no sabían seguir viviendo, decidieron
visitar al escritor para exigir otro final, este no era tan molón.
El
escritor decía que no sabía de otro final y tras negociarlo consiguieron
eliminar la parte de comer perdices para que la princesa dejara de tener
indigestiones,pero …seguían sin ser felices.
Decidieron
como en las mejores familias acudir a asesoramiento, y en el reino contaban con
parejas perfectas que podían hablarles de sus experiencias, pero ni una sola
pareja se sentía feliz, Cenicienta estaba harta de bailar hasta las doce, del
tacón perdido se había entregado fielmente a las bailarinas, la bella durmiente
estaba tan cansada de los besos de su príncipe que usaba pastillas para no
dormirse, Blancanieves sufría de alergia a las manzanas.
Ni el
mago pudo darles una solución, ni los súbditos sabían como ayudarles, así que
la princesa decidió:-Me encargaré de buscar la felicidad por mi misma-.
Y cada
uno se fue por su lado a hacer aquello que siempre les había gustado, recuperar
sus hobbies, sus amistades y su propia vida…
Sin
embargo, se sentían solos, echaban de menos la otra parte que les
complementaba, y decidieron echar un café y reencontrarse…
-Hay
alguien que aún no hemos intentado que nos haga felices, o nos dé la
solución-dijo la princesa,-nosotros mismos, el uno al otro, apoyándonos e
ilusionándonos cada día.
No sería
fácil porque el príncipe era difícil, perezoso, con mal humor y a veces algo
chulito, y la princesa también tenía lo suyo, algo cotilla, caprichosa y muy
mandona…pero se querían y bastaba con hacer feliz al otro para ver en la felicidad
del otro la suya propia.
La
alegría compartida les hacía felices, ese era el auténtico final….y las
perdices fueron desterradas del reino para siempre.;)

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